Sin rastro de Paco desde marzo de 2024. Una familia de Almuñécar sigue buscando respuestas
Motril@Digital.- Han pasado ya más de cuatro meses desde que Francisco Pérez Bedmar, un hombre de 87 años, desapareció en Almuñécar sin dejar rastro. Fue el 22 de marzo de 2024, un viernes como cualquier otro, cuando Paco —como lo conocen sus vecinos— salió de casa para su paseo habitual. Lo hacía todos los días, sin excepción. Esa rutina era parte de su vida, su momento de tranquilidad, y nadie imaginaba que ese día sería distinto.
Vivía en el edificio Seximar, cerca del mar. Sobre las 20,30 horas, salió andando, sin teléfono móvil, sin dinero, sin documentación… lo habitual en él. Su recorrido también era el de siempre: desde casa hasta el final del Paseo de Cotobro, y vuelta. Un trayecto de unos cuatro kilómetros que conocía al dedillo, porque lo llevaba haciendo durante años.
Desde aquel momento, nadie ha vuelto a verlo. Y lo que más duele es que no hay ni una sola pista. La búsqueda fue inmediata. Lo buscaron por todos lados: en tierra, desde el aire, en el mar. Participaron vecinos, voluntarios, fuerzas de seguridad, perros especializados, incluso drones y helicópteros. Pero nada. Ni una cámara que lo grabara, ni un objeto personal, ni testigos que lo vieran. Nada.
Su familia, agotada pero aún esperanzada, sostiene una hipótesis: que Paco pudo haberse visto implicado en un accidente y que alguien lo recogiera en un coche, quizás con la intención de ayudar, pero sin comunicarlo. No hay pruebas, pero tampoco alternativas que expliquen su desaparición. “Creemos que no salió de allí por su propio pie”, dicen con un nudo en la garganta.
Paco no tenía problemas graves de salud. Era un hombre mayor, sí, pero lúcido, autónomo, metódico. Nunca había dado un susto parecido. Por eso, su desaparición ha dejado un vacío enorme en su entorno y ha encendido una alarma que todavía sigue sonando. Quienes lo conocen lo describen como tranquilo, afable, de paso lento y sonrisa fácil.
Hoy, su rostro sigue presente en muchos rincones de Almuñécar. En farolas, escaparates, redes sociales. Su familia no se rinde. Siguen pidiendo colaboración ciudadana, siguen llamando a los medios, siguen mirando con esperanza cada vez que suena el teléfono.
“No queremos hacer daño a nadie, ni señalar a nadie. Solo pedimos saber. Saber qué pasó. Poder cerrar esta herida que no deja de sangrar”, confiesa uno de sus hijos.
El tiempo pasa, pero la pregunta sigue intacta, flotando cada día entre quienes lo quieren y lo buscan: ¿Dónde está Paco?