Luis Rubiales anuncia en Motril el archivo de la acusación por comisiones en una de las causas durante la presentación de su libro
Reportaje Paulino Martínez Moré
Motril Digital.– Luis Rubiales volvió este jueves a Motril con una mezcla de desafío y reivindicación. Regresó a su ciudad para presentar Matar a Rubiales, un libro escrito —según repitió varias veces— “para que, de una vez, se sepa la verdad”. El acto, celebrado en el abarrotado salón de actos de la UNED y presentado por el periodista Pedro Feixas, tuvo más tono de alegato que de presentación literaria.
Rubiales subió al estrado con una noticia recién recibida: su abogado le había comunicado que la Fiscalía había archivado una de las acusaciones más mediáticas, la relativa a supuestas comisiones en una de las causas. Lo anunció con una pregunta que lanzó al público y, por extensión, a los medios:
—A ver quién se hace eco ahora de esto.
Durante más de una hora, el expresidente de la Real Federación Española de Fútbol desgranó, uno por uno, los episodios que —según afirma— han construido un relato “falso, interesado y profundamente injusto” alrededor de su figura. No esquivó ninguna de las polémicas que han marcado su caída pública, y defendió que detrás de cada acusación hay “una maquinaria poderosa empeñada en destruirle”.
El libro recoge su versión de los hechos y propone una reconstrucción muy distinta de la que ha circulado en los últimos meses. Como punto de partida, plantea tres fechas que, a su juicio, explican el ascenso y la demolición de su figura:
– La del 17 de mayo de 2018, cuando ganó contra pronóstico las elecciones a la RFEF;
– La del 20 de agosto de 2023, día en que la selección femenina se proclamó campeona del mundo en Sídney;
– Y la del 10 de septiembre del mismo año, cuando renunció a la presidencia apenas tres semanas después.
Rubiales defendió que su gestión impulsó al fútbol femenino “hasta la cima del planeta”, que el presupuesto federativo se triplicó durante su mandato y que las inversiones en fútbol modesto y la Supercopa de Arabia Saudí supusieron un salto económico “sin precedentes” para clubes y federaciones. Si todo eso era cierto —planteó él mismo—, ¿cómo se explica entonces que acabara dimitiendo?
En Matar a Rubiales, asegura, ofrece la respuesta: una “conspiración interna”, intereses enquistados en la federación, presiones políticas, oportunismo ideológico y una ola mediática que, en su opinión, convirtió un gesto “impulsivo y sin malicia” en una acusación que aún no tiene sentencia firme. Lo describe como un “asesinato civil” ejecutado, dice, por esa “vieja aristocracia del balón” que nunca aceptó su forma de dirigir.
En Motril, Rubiales habló con un tono distinto al que mostró durante meses: más emocional, más directo, más dispuesto a exhibir heridas. Y cerró el acto con una frase que suena a estribillo en el libro y que resume su versión de esta historia:
—Aquel día en Madrid se dio la orden: había que matar a Rubiales.

