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PETARDOS: ¿Y SI LA FIESTA FUERA MÁS AMABLE PARA TODOS? por Socorro Correa

Socorro Correa.– Iniciado ya el esperado periodo de celebración de festividades de tantas localidades y barrios, cabe preguntarse si sería posible hacer que el deseo de disfrutar y pasarlo bien fuese para todos: para niños, adultos, personas mayores, personas con trastornos del espectro autista, personas enfermas convalecientes, animales de compañía, incluso, también, para los que no son de compañía.
No se trata de prohibir el uso de la pirotecnia, ya está regulado por el Real Decreto 989/2015, de 30 de octubre, por el que se aprueba el Reglamento de artículos pirotécnicos y cartuchería regulándose la edad mínima para el uso de la pirotecnia, dependiendo de la peligrosidad y nivel de ruido de cada uno.
En ese sentido, sería interesante que nuestros ayuntamientos hicieran hincapié en la vigilancia de esos establecimientos donde se venden los petardos tan codiciados por niños y no tan niños, para que se cumpliese estrictamente con lo que establece la normativa, a todos nos sorprende la facilidad con la que se adquieren determinados artefactos a tan tiernas edades.
También sería interesante que se reservara y concretara el espacio donde pueden hacerse estallar, y a unas determinadas horas o concretarlo a unos minutos del día. En general parece bastante evidente que cualquiera que no sea el usuario del petardo, sufre las consecuencias de un estruendo súbito y repentino, muchas veces a bocajarro y a traición, para exclusivo disfrute y mofa del que tira el petardo.
En realidad, se trata de enviar un mensaje de responsabilidad y civismo, que es doblemente efectivo e importante, cuando viene de la mano de los ayuntamientos. Por eso es tan primordial concienciar sobre los efectos de la pirotecnia, para que más personas entiendan que cada petardo que tiran hace daño, afecta muy negativamente a otros en su entorno: el ruido ocasionado por la pirotecnia genera un alto nivel de ansiedad y estrés en las personas con autismo, también a personas mayores, que pueden sufrir trastornos como tinnitus o acúfeno, que por explicarlo de manera simple son esos ruidos que se escuchan en el oído, pero que no provienen del exterior, son como pitidos o zumbidos, y el estallido de un petardo puede agudizar considerablemente esta situación.
En el caso de los perros, estas fechas son particularmente estresantes, la fobia más habitual es la relativa a ruidos fuertes, como sería la explosión de petardos. Este miedo se puede manifestar de muchas maneras:  nerviosismo, estrés, pánico, paralización, salivación, escapadas, micciones incontroladas, estado de alerta permanente y hay que destacar que, en algunos casos, podrían llegar a morir por paros cardíacos o por las consecuencias de sus intentos de escape: atropellos, caídas desde grandes alturas, etc ,etc.
En este sentido me gustaría recomendar a los que disfrutamos del privilegio de vivir con algún peludo de cuatro patas que, cuando nos enfrentemos a esa situación, según mi experiencia, hay que recordar que si acaricias o tranquilizas a tu perro no vas a perjudicarle, ni a reforzar ese comportamiento, el miedo es una emoción, y las emociones se contagian, no se refuerzan, ignorarlo no va hacer que tenga menos miedo, evidentemente si tú estas nervioso o asustado sí puedes empeorarlo, pero si mantienes la calma y le haces sentir seguro con una caricia o una chuche, eso no va hacer que la próxima vez se asuste más, insisto, desde mi experiencia.