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El oro escondido del río Genil. Siglos de historia y pepitas que aún sorprenden

Fotos tomadas en la mañana de hoy en el río Genil (Ramón Martín (Motril@Digital)

Reportaje Ramón Martín (Motril@Digital) .– Buscar oro en el río Genil no es solo un pasatiempo: es una tradición que se ha pasado de generación en generación. Desde los tiempos de los romanos, la gente ya recorría estas aguas buscando pequeñas partículas de oro entre la arena. En sitios como el Cerro del Oro, en Cenes de la Vega, todavía quedan restos de aquellos túneles y estructuras que nos recuerdan que esto no es algo nuevo, sino una historia que viene de muy atrás.

Con los años, la costumbre no desapareció. En los siglos XIX y XX, muchos vecinos se dedicaban a batear el río, filtrando la arena con bateas y cedazos para quedarse con escamas y pequeñas pepitas. Antonio Miranda, por ejemplo, comenzó en los años 30 y contaba cómo, poco a poco, conseguía suficiente oro para venderlo, aunque nunca eran cantidades enormes. Lo curioso es que el oro del Genil es casi puro, rozando los 24 quilates, algo que hace que hasta las pequeñas piezas tengan un gran valor.

Hoy, la tradición sigue viva, aunque más por amor al río que por dinero. Algunos aficionados recorren tramos del Genil, sobre todo en los límites entre Granada y Cenes de la Vega, con herramientas sencillas hechas a mano. Filtran la arena, pacientemente, y de vez en cuando encuentran una pepita diminuta. Pero para ellos, lo más valioso no es el oro, sino la paz que encuentran junto al agua, el sonido del río y la emoción de mantener viva una tradición centenaria.

Claro que hay que tener cuidado. Legalmente, esta actividad solo está permitida a pequeña escala y de forma artesanal. Si se quiere hacer algo más grande o en zonas protegidas, hace falta un permiso oficial. Y siempre hay que respetar el entorno y el patrimonio histórico: la gracia de esta tradición es disfrutar del río sin dañarlo.

Al final, batear en el Genil es mucho más que buscar oro. Es tocar la historia con las manos, sentir el río, disfrutar de la naturaleza y mantener viva una costumbre que forma parte de la identidad de Cenes de la Vega y de toda la comarca.