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El Festival Internacional de Poesía de Granada celebra la autenticidad femenina con Adriana Moragues, Julia Medina y Elsa Moreno

Reportaje Ramón Martín

La creación sin filtros: poesía, música y verdad en femenino: Adriana Moragues, Julia Medina y Elsa Moreno llenan de autenticidad el Aula Andrés Manjón con un taller que fue más conversación que espectáculo

Fue mucho más que un taller. Lo que ocurrió en el Aula Andrés Manjón de la Facultad de Ciencias de la Educación durante la mañana del jueves, dentro del Festival Internacional de Poesía de Granada, fue una celebración de la verdad artística y emocional. La compositora Adriana Moragues moderó con sensibilidad y complicidad un encuentro entre dos creadoras —la cantante y compositora gaditana Julia Medina y la poeta, periodista y escénica Elsa Moreno— que compartieron sin filtros su forma de entender el arte, la escritura y la vida.

La poética de lo cotidiano

A medio camino entre una charla íntima y una entrevista improvisada, el acto comenzó con una reflexión sobre los orígenes de la vocación artística. Elsa Moreno, con su habitual mezcla de ternura y lucidez, habló de cómo empezó a escribir desde niña y cómo rápidamente su impulso poético encontró cobijo en los micros abiertos y las intervenciones performativas. “Leer un poema y que la gente conecte contigo… fue el empujón para seguir”, explicó.

Julia, por su parte, compartió la experiencia de pasar del anonimato a la gran maquinaria mediática de Operación Triunfo, y cómo, tras la ruptura con su discográfica, ha redescubierto el valor de crear desde la independencia: “Cuando no validan lo que haces, toca decidir si sigues. Y decidí seguir, con un nuevo equipo y con ilusión renovada”.

Arte, terapia y redes sociales

Uno de los momentos más potentes del encuentro llegó al abordar el valor terapéutico de la escritura. Ambas coincidieron en la capacidad sanadora de escribir desde la verdad, aunque también matizaron la diferencia entre el diario íntimo y la creación artística. Elsa lo expresó con una frase que resonó entre el público: “No todo vómito emocional es una obra de arte”. Esa distinción entre lo vivido y lo elaborado fue clave para entender sus procesos.

También hubo espacio para hablar de las redes sociales como escaparate y presión constante. Elsa confesó el miedo a “no ser interesante” ante la exposición viral, y cómo detrás de esa expectativa hay, en realidad, un deseo profundo de ser querida. “La atención es amor”, concluyó.

Julia, con su espontaneidad y humor, compartió una anécdota que arrancó carcajadas: la vez que se cruzó por Gran Vía con su exnovio y, sin poder articular palabra, decidió canalizar toda su rabia en una canción llamada Adiós, Sergio. “Ese día cambió mi carrera. De pronto pasé de las metáforas a escribir de forma cruda y directa”.

Las ventanas que abrimos y cerramos

La metáfora que se quedó flotando en el aire fue la del edificio con noventa ventanas. “Cuando necesito escribir desde el dolor, abro la que necesito, pero luego hay que volver a cerrarla”, dijo Julia. Un recordatorio poderoso de que el arte también debe proteger a quien lo crea.

Moragues guió la conversación sin perder la frescura ni la hondura, hilando con preguntas agudas sobre inspiración, bloqueo, oficio y verdad. Como cuando preguntó por las cosas más extrañas que han inspirado sus obras. Elsa recordó un poema nacido al ver un pájaro aleteando sin moverse: primero lo proyectó como símbolo de su propio estancamiento emocional, y después, al verlo en grupo, lo reinterpretó como parte de un juego o danza. “Tuve que pedirle perdón al pájaro”, dijo entre risas.

Poesía y música, en carne viva

El público tuvo además la suerte de vivir la obra de las protagonistas en directo. Elsa Moreno recitó tres poemas con su estilo intimista, directo y escénico, que combina con naturalidad cuerpo y palabra. Julia Medina interpretó dos canciones, una de ellas inspirada por la ya célebre anécdota de “Adiós, Sergio”, que generó una ovación espontánea. Momentos en los que la conversación se volvió creación viva, compartida.

Un taller que fue un espejo

Lejos de la solemnidad o del artificio, el acto fue un espejo de lo que muchas personas sienten en sus propios procesos creativos o vitales: dudas, miedo, impulso, verdad. A ratos confesional, a ratos hilarante, y siempre cercano, este espacio del FIP 2025 ofreció un ejemplo de cómo la poesía y la música no necesitan escenografía para conmover, sino solo tres voces dispuestas a mostrarse sin disfraces.

“Confío en el arte y en la vida”, dijo una de ellas. Y todo el auditorio pareció asentir.