Eduardo Strauch, superviviente del accidente aéreo de Los Andes: “Teníamos que cortar los cuerpos con cristales del avión y consumir pequeñas cantidades para poder soportar el horror”
Reportaje Ramón Martín (Motril@Digital)
El auditorio de Caja Rural Granada acogió al uruguayo Eduardo Strauch, uno de los 16 supervivientes del accidente aéreo de 1972 en la Cordillera de los Andes, en el que se basa la última película de José Antonio Bayona, “La Sociedad de la Nieve” y que narra en un libro autobiográfico titulado “Desde el silencio”, escrito junto a Mireya Soriano
El protagonista de la tragedia volvió a Granada 53 años después de su primera visita, que, curiosamente, tuvo lugar un año antes del suceso, para compartir su conmovedora experiencia con el público granadino.
La lucha por la supervivencia
Strauch ha narrado el proceso psicológico que atravesaron hasta llegar a una decisión que, a ojos de cualquier persona ajena a la tragedia, podría parecer impensable. En los primeros días tras el accidente, la esperanza de un rescate era alta. Sin embargo, las difíciles condiciones de la montaña y la falta de alimentos pronto se convirtieron en el principal desafío.
“El hambre nos iba minando poco a poco”. Al principio, nos alimentabamos de las pocas raciones disponibles: chocolates, galletas y un poco de vino que habían encontrado en los restos del avión. Pero esto no era suficiente para mantenernos con vida en un ambiente tan extremo, donde las bajas temperaturas y la altitud hacían que el cuerpo consumiera rápidamente cualquier energía ingerida”, contó Strauch.
Una decisión desgarradora
El momento crucial llegó cuando la radio del avión captó la noticia de que las búsquedas de rescate se habían suspendido. La desesperación y el miedo de morir en medio de la cordillera comenzaron a apoderarse de todos. “Sabíamos que no habría rescate. Estábamos solos”, recordaba Strauch. Ante este escenario, surgió una conversación impensada: la posibilidad de alimentarse de los cuerpos de los compañeros fallecidos.
“Al principio, parecía algo inconcebible, inmoral. Nuestras creencias y nuestra educación chocaban con esa idea. Pero con el paso de los días, el hambre se fue convirtiendo en el centro de nuestra existencia. Ya no podíamos pensar en otra cosa”, describía Strauch.
Para tomar esta decisión, los sobrevivientes discutieron entre ellos, planteando el dilema desde un punto de vista espiritual. Muchos de ellos, provenientes de familias católicas, se preguntaban si lo que estaban por hacer sería considerado un pecado. “Recordamos que en la última cena, Cristo ofreció su cuerpo y su sangre a sus discípulos. Eso nos dio la fortaleza espiritual que necesitábamos para superar el horror de lo que estábamos haciendo”, relata Strauch. En ese momento, comprendieron que no se trataba de un acto de canibalismo en el sentido habitual de la palabra, sino de un sacrificio de amor y solidaridad. Era, para ellos, la única forma de mantenerse con vida en un lugar donde la muerte parecía inevitable.
El primer paso hacia la supervivencia
El primer paso fue el más difícil. Strauch describió ante un público expectante cómo fue el proceso: “La piel humana se congelaba de inmediato debido al frío. Teníamos que cortar los cuerpos con cristales del avión y consumir pequeñas cantidades para poder soportar el horror”. Los supervivientes dividieron los cuerpos de forma que cada uno comiera de todos, como un acto simbólico de comunidad y de respeto hacia los fallecidos. “No fue un acto de barbarie, fue un acto de supervivencia y de profunda tristeza”, narraba Strauch.
Con el tiempo, esta decisión les permitió ganar las fuerzas necesarias para seguir luchando contra el frío, las avalanchas y las penurias diarias. La comida, aunque repulsiva al principio, se convirtió en su único sustento. “Una vez que superamos el impacto inicial, comprendimos que la muerte de nuestros amigos nos daba una nueva oportunidad de vida a los demás”, afirmó Strauch con solemnidad.
Reflexión y supervivencia
Eduardo Strauch, junto con los otros sobrevivientes, llegaron a reflexionar mucho sobre aquellos días en los Andes. La experiencia dijo marcarles profundamente, no solo por las extremas condiciones físicas, sino por el impacto psicológico que tuvo en ellos. Strauch ha sido muy claro en afirmar que, aunque las decisiones que tomaron pueden parecer horribles, no eran fruto de la crueldad o la desesperación, sino de una necesidad primaria de supervivencia.
Con los años, Strauch ha transformado esta experiencia en un testimonio de resiliencia y humanidad. Su historia es una reflexión sobre los límites del cuerpo y la mente, y cómo el ser humano puede encontrar formas de adaptarse, incluso en las circunstancias más inhumanas. “Nunca juzguen una situación que no han vivido”, concluyó Strauch. “Nosotros hicimos lo que teníamos que hacer para seguir adelante, siempre con respeto y agradecimiento hacia nuestros compañeros que ya no estaban”.
La historia de Eduardo Strauch y los sobrevivientes de los Andes sigue siendo un recordatorio poderoso de la capacidad humana de sobrevivir frente a lo imposible, y de cómo las decisiones más difíciles pueden, en última instancia, salvar vidas.
El acto está organizado por la agencia de comunicación almeriense Babilonia y contó con el patrocinio y colaboración de Fundación Caja Rural Granada, Bidafarma y Sierra Nevada Exportación Importación.