¿Debe España quedarse con el horario de invierno? Una propuesta política que va contra el sentir de la ciudadanía
En los últimos días, la propuesta del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de mantener el horario de invierno de forma permanente ha generado una fuerte controversia tanto en la opinión pública como en los medios de comunicación. Aunque el cambio horario es una cuestión que lleva años debatiéndose en la Unión Europea, lo que ahora está en juego es si España consolidará su horario definitivo en sintonía con las preferencias de su población… o si se impondrá una decisión política que contradice el sentir ciudadano.
La propuesta del Gobierno: mantener el horario de invierno
La idea del presidente Sánchez es clara: dejar de cambiar la hora dos veces al año y optar por el horario de invierno como el definitivo. Esto implicaría que en España, durante todo el año, amanecería antes pero también anochecería mucho más pronto, especialmente en los meses de primavera y verano. El argumento oficial, respaldado por ciertos sectores técnicos y por algunos expertos en cronobiología, es que el horario de invierno está más alineado con los ritmos circadianos naturales del cuerpo humano y que esto, en teoría, podría mejorar la salud y el rendimiento.
Sin embargo, estos argumentos técnicos no pueden ni deben obviar el sentir mayoritario de la ciudadanía, que ya se pronunció de forma clara en una consulta realizada en 2018 a nivel europeo. En esa ocasión, más del 80 % de los españoles que participaron se mostraron a favor de eliminar el cambio de hora, pero —y esto es lo importante— optando por mantener el horario de verano como el definitivo. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: la luz solar por la tarde es mucho más valorada que la de la mañana.
Lo que dice la calle: más luz, más vida
En España, donde el clima mediterráneo permite disfrutar de la vida al aire libre durante buena parte del año, el horario de verano es visto como un aliado del bienestar. Poder salir del trabajo y tener una o dos horas de luz natural para pasear, hacer deporte, estar con la familia o simplemente tomar algo en una terraza, no es un lujo superficial: es parte de un estilo de vida profundamente arraigado en la cultura española.
Reducir esas horas de luz por la tarde significaría, en la práctica, condenar a millones de personas a pasar sus últimas horas del día bajo la oscuridad, restringiendo no solo el ocio, sino también la actividad económica vinculada al comercio y la hostelería. En otras palabras: anochecer más temprano supone calles vacías más pronto, menos consumo, menos interacción social y, en definitiva, menos calidad de vida.
¿Qué dicen realmente los expertos?
Si bien algunos especialistas defienden el horario de invierno por motivos biológicos, no hay un consenso cerrado sobre sus beneficios a largo plazo. De hecho, numerosos estudios también han destacado los efectos positivos de la exposición a la luz natural por la tarde en términos de salud mental, actividad física y reducción del estrés. A esto se suma la evidencia de que muchas personas no están dispuestas a modificar sus rutinas laborales, lo cual convierte al amanecer temprano en un beneficio más teórico que real.
Además, varios países del entorno europeo —como Francia o Italia— también han mostrado mayor inclinación hacia el horario de verano como definitivo, justamente por razones culturales, económicas y sociales similares a las de España.
La democracia no debería oscurecerse a las seis de la tarde
Si la propuesta de Pedro Sánchez avanza y logra imponerse en el marco europeo, España podría quedarse con un horario que va en contra de la voluntad mayoritaria de sus ciudadanos. Esta sería una decisión técnica que ignora factores sociales, económicos y culturales de enorme peso.
En última instancia, la pregunta no es solo cuál es el horario más “natural”, sino cuál es el más adecuado para el estilo de vida de un país como España que por ende es genuinamente turística. Y en ese sentido, la respuesta parece evidente: el horario de verano ofrece más luz, más tiempo para disfrutar del día, más oportunidades para la economía y una mejor calidad de vida. Todo ello sin comprometer la salud ni el rendimiento si se acompaña de políticas laborales y sociales coherentes.
Por todo esto, el horario de verano debería ser el que se adopte de manera definitiva. Porque cuando se trata de elegir entre la luz y la oscuridad, la ciudadanía ya ha hablado… y ha elegido la luz.