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Y TÚ MÁS por Miguel Ávila Cabezas

En primer lugar, comparece en escena el brazo izquierdo (I.) y, transcurridos unos segundos, lo hace el derecho (D.). Simplemente. Sin aditamentos escénicos. Luz regulable manualmente a criterios del director.

D.: ¿Cómo lo llevas?

I.: De aquella manera. La cosa está fatal. Cada vez son menos los que me yerguen con el puño en alto. Se conoce que han cambiado las tornas, cómo se dice, ideológicas. Sin embargo, a ti se te ve exultante.

D.: No me puedo quejar. Bien es cierto que de tanto ser proyectado hacia eso que llaman “unidad de destino en lo universal” se me están quedando las axilas hechas unos zorros, vamos, en carne viva.

I.: Querrás decir “unas zorras”. Axilas es femenino.

D.: Ya salió a relucir el lingüista que todos los rojos lleváis dentro.

I.: (Algo mosqueado.) Oye, un respeto. Que, si yo soy rojo y lingüista, tú… tú…

D.: ¿Yo? Yo qué. Adelante, no te cortes. ¿Yo qué?

I.: Tú eres lo que eres: un vendido.

D.: (Mosqueado en su parte alícuota.) ¿Yo un vendido? ¿Vendido a qué? ¿A quién?

I.: A qué y a quién va a ser: a los de siempre, a quienes piensan que el mundo les pertenece por derecho sucesorio y a los tontos que con su ignorancia los secundan.

D.: ¿Hablas tú de tontos? ¿Tú, que no eres más tonto porque no entrenas? El mundo es como es y si está mal hecho es por vuestra culpa, por culpa de los que consideráis que liberalismo y modernidad consisten siempre en hacer lo que os venga en gana, en todo momento y situación, sin respetar las más mínimas reglas de la decencia, del respeto a las sanas tradiciones y a la jerarquía, que es la que pone ley y orden donde vosotros imponéis el caos y el libertinaje.

I.: Un momento, un momento. No cojas tanta carrerilla que te vas a estrellar. Yo no he venido aquí a hacerte una declaración de principios ideológicos y, aun menos, a que acabemos tirándonos los trastos dialécticos a la cabeza. Por mucho que yo intente convencerte de lo equivocado que estás y, como tú, otros muchos…

D.: Otros muchos, no, millones. Y cada vez son más. Lo que demuestra a las claras que nuestra razón es la de las masas que quieren, por encima de todo, identidad, unidad, compromiso cívico y honradez, sobre todo honradez.

I.: Se te olvida lo de los toros, la caza, la Semana Santa, la inmigración, la homofobia… ¿Sigo?

D.: ¿Qué tienes en contra de los toros, la caza y la Semana Santa?

I.: ¿Yo? Querrás decir “tenemos”. En cualquier caso, la pregunta se la tendrías que hacer a los mismos toros maltratados, torturados y asesinados, a los miles de perros y a los millones de víctimas de vuestro afán dominador y, si acaso existieran, a la Virgen dolorosa y a su Hijo dolorido convertidos en trampantojos de una fe que nunca moverá montañas y sí lo hace con las conciencias adormecidas en la inacción y la cobardía.

D.: ¿A esto hemos venido aquí? ¿A tirarnos, como tú dices, los trastos a la cabeza?

I.: Ahora que lo pienso. No sé qué trastos y qué cabezas podrían ser. ¿Tú ves trastos o cabezas aquí?

D.: Trastos… no sé, pero cabezas veo unas cuantas. (Señalando al público.) Por ejemplo, esas de ahí.

I.: (Con sinuosa intención.) Pues… podríamos preguntarles.

D.: ¿Preguntarles? Preguntarles qué.

I.: Por ejemplo, si creen en la justicia social.

D.: ¿Y en la Virgen?

I.: También.