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Vihuela y Laúd Barroco: Un Viaje Sonoro desde Sanz hasta Weiss en el Corral del Carbón

Reportaje Ramón Martín (Motril@Digital).- El Festival Antonio Marín acogió una de sus veladas más exquisitas en el Corral del Carbón, con la actuación del maestro José Miguel Moreno dentro del ciclo “Grandes Maestros de la Guitarra”. Pero no fue la guitarra barroca el instrumento protagonista, como cabría esperar: el viaje musical se tejió a través de una vihuela afinada como guitarra barroca y un laúd barroco, en una propuesta de interpretación histórica tan fiel como emocionalmente honesta.

La sutileza como declaración de estilo

Desde el primer acorde, quedó claro que no se trataba de una exhibición de virtuosismo, sino de un ejercicio de contención, profundidad y escucha. La forma en que Moreno pulsó las cuerdas —a veces tan suavemente que parecía apenas rozarlas— generó una experiencia sonora casi íntima. Una estética consciente: más cerca del susurro que del discurso, más de la evocación que de la brillantez.

Entre España y Alemania: un repertorio poco habitual

La primera parte estuvo dedicada a música española de los siglos XVII y XVIII, interpretada con vihuela afinada como guitarra barroca. Sonaron obras de Francisco Guerau (Villanos, Canarios), Antonio Martín y Coll (Canarios), y Gaspar Sanz, con sus célebres Españoletas, Pavana al ayre español, Rujero y Paradetas, Folías, Canción, La Miñona de Cataluña y otras joyas del repertorio hispano.

La segunda mitad del concierto cambió de atmósfera con el laúd barroco, instrumento en el que brillaron composiciones de autores alemanes como Silvius Leopold Weiss (Prelude, Allemande, Passagaille), Johann Gottfried Conradi (Suite en la mayor) y David Kellner (Chaconne). Una música más elaborada, estructuralmente rica, que cerró la velada con solemnidad.

Una arqueología musical con vida

Más allá del virtuosismo técnico o la fidelidad histórica, lo que José Miguel Moreno ofreció fue una verdadera arqueología sonora, capaz de reconstruir no solo partituras olvidadas, sino el espíritu mismo de una época. El uso de una vihuela afinada como guitarra barroca no fue una excentricidad, sino una herramienta para conectar con la génesis del repertorio ibérico.

La inclusión de piezas poco conocidas de Conradi y Kellner, así como las recopilaciones de Martín y Coll, aportaron al concierto un valor documental excepcional. Cada obra fue tratada como una joya por redescubrir, revelando que el barroco aún tiene tesoros ocultos esperando ser escuchados.