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El cantante de Led Zappelin, Robert Plant regresa a Granada con la madurez serena de Saving Grace

Reportaje Ramón Martín (Motril@Digital).- Más de una década después de su último concierto en la ciudad, Robert Plant, el que fuera cantante de la banda de rock de Led Zeppelin desde su fundación en 1968 hasta su separación en 1980, ha regresado a Granada con un proyecto completamente distinto: Saving Grace featuring Suzi Dian. El escenario esta vez ha sido el Palacio de Congresos, dentro del ciclo 1001 Músicas – CaixaBank, en una noche donde la emoción no vino de la nostalgia, sino de la autenticidad.

Lejos del estereotipo del mito del rock, Plant subió al escenario no como leyenda, sino como músico en activo, con una propuesta introspectiva y profundamente conectada con la raíz. Saving Grace no es una banda de grandes artificios ni de viejas glorias: es una formación que transita con libertad entre el folk espiritual, el blues desgastado por el tiempo y la música tradicional reinterpretada con respeto y personalidad.

Desde los primeros compases, el ambiente quedó envuelto en una atmósfera de escucha atenta. El público, consciente de la singularidad del momento, respondió con silencio y concentración, como si cada nota formara parte de una ceremonia compartida. No hubo discursos ni gestos grandilocuentes: la música fue suficiente.

Plant ofreció una versión sobria y expresiva de sí mismo, alejada de cualquier expectativa ligada a su pasado. Su voz, más contenida pero cargada de matices, se entrelazó con la de Suzi Dian, cuya aportación fue mucho más que un acompañamiento: sostuvo muchos de los temas con solvencia y calidez, equilibrando cada armonía con naturalidad.

El repertorio combinó adaptaciones tradicionales y piezas propias con versiones reimaginadas de su carrera anterior, como Ramble On, Four Sticks o The Rain Song, convertidas aquí en paisajes acústicos, menos épicos y más íntimos. No fue una celebración del ayer, sino una lectura personal desde el presente.

Momentos como Friends, As I Roved Out o For the Turnstiles mostraron que no hace falta volumen para alcanzar la intensidad. Bastaron la precisión, el silencio y la entrega. Cada tema fue colocado como parte de un viaje sin interrupciones, donde la emoción no necesitó explicaciones.

La acústica del auditorio acompañó con nitidez cada pasaje, permitiendo una experiencia sonora nítida y envolvente. Y aunque el formato no buscaba la euforia colectiva, sí logró una conexión genuina y una respuesta agradecida.

Robert Plant ha regresado a Granada con un proyecto que refleja lo que es hoy como artista: alguien que ya no necesita demostrar nada, pero que sigue explorando. No fue una cita para agitar recuerdos, sino para compartir un presente sereno, bello y auténtico.

Un concierto para quienes valoran la música que no necesita exhibirse, sino que se entrega.