La sarcoidosis
Es una enfermedad cuya causa se desconoce, pero se considera que la sarcoidosis se desarrolla en sujetos con determinada base genética, heredada, expuestos a factores infecciosos o medioambientales responsables del proceso, sobre la base de una alteración del sistema inmune de defensa del organismo.
La sarcoidosis tiene una presentación muy variable. Son síntomas frecuentes la fiebre, el cansancio, la pérdida de peso, así como tos, asfixia, lesiones cutáneas y otras manifestaciones correspondientes a los órganos afectados, tales como el pulmón, los ganglios linfáticos, el corazón, el sistema nervioso o los ojos, ya que todos los órganos y sistemas del organismo pueden verse afectados en el curso de la enfermedad.
En algo más de la mitad de los casos, la sarcoidosis puede resolverse de forma espontánea, pero en hasta un tercio de los pacientes, puede seguir un curso crónico. En algunos casos, hasta un 10%, puede producirse una fibrosis pulmonar, una de las complicaciones más grave de la enfermedad.
Vivir con sarcoidosis puede afectar, no solo al estado físico, sino también a la esfera emocional. No es una enfermedad común y la mayoría de las personas no han oído hablar del término, sarcoidosis, cuando reciben el diagnóstico en consulta. El miedo a lo desconocido en un entorno de enfermedad, la intolerancia a la incertidumbre de lo que puede ocurrir en el futuro y la eventual necesidad de tratamientos “fuertes”, conduce con frecuencia a sentimientos de ansiedad, impotencia y depresión.
La sarcoidosis tiene impacto en el bienestar y en la calidad de vida de las personas que la padecen. En general, la repercusión será mayor o menor dependiendo del órgano afectado y de la actividad y evolución de la enfermedad a lo largo del tiempo, según sea la respuesta a los distintos tratamientos.
La fatiga, el dolor crónico y los problemas de sueño son otros síntomas habitualmente presentes en las personas que padecen sarcoidosis y que repercuten en el estado de salud. Condicionan una dificultad para trabajar y para enfrentarse al día a día, deteriorando la vida social y familiar. Es importante saber reconocer estos estados y comprender que habitualmente no desaparecen con el tratamiento.
El médico puede ayudar a resolver las dudas, y aunque cada persona vive todo esto de manera diferente y necesita ser orientado de forma individual, hay medidas como mantener unos hábitos de vida saludable y aprender a manejar los problemas emocionales que pueden ayudar a estar mejor.
En esta dirección trabajan, precisamente, las asociaciones de pacientes, que ayudan generosamente a gestionar estos estados mediante el intercambio de información y experiencias entre personas que están pasando por las mismas circunstancias. En nuestro medio la Asociación Granadina de Enfermedades Autoinunes (AUGRA) ejerce una función primordial.