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La UNED de Motril entregó los titulos universitarios en la inauguración del curso en el que cumplirá 25 años de existencia

La sabiduría se mueve más que todas las cosas que se mueven”, ese el lema de la Universidad a Distancia en España. Ayer se procedió a la inauguración oficial del curso académico 2024-2025 en la UNED de Motril, en el que cumplirá 25 años de existencia, con la presencia del Vicerrector de centros asociados, la alcadesa de Motril, el vicepresidente de la Diputación, el presidente de la Mancomunidad de Municipios de la Costa, del anfitrión y director de la UNED motrileña y de Manuel Domínguez García, que fue el encagado de impartir la lección inaugural que llevaba como título genérico «Historia local y memoria ciudadana». »

Se procedió a la entrega de los titulos de Grados y Másteres universitarios a más de una veintena de alumnos. Subrayar la magnífica actuación de la Coral Armiz que dirige su creadora Chelo Martos interpretando el tradicional Gadeamus Ígitur.

Lección inaugural del curso académico 2024-25 de la UNED de Motril, impartida por el profesor Manuel Domínguez García

Para mí es a la vez un temor y un honor poder impartir la lección inaugural de este curso del Centro Asociado a la UNED de Motril

Un temor porque no es fácil ocupar esta tribuna desde la que, en años anteriores, nos han hablado personajes importantísimos de la ciencia, la cultura, la historia y la política de nivel nacional e internacional,

Yo solo soy un profesor de Historia que durante 40 años me he dedicado a intentar explicar Historia de España a alumnos de Bachillerato.

Indudablemente no voy a estar a la altura de personajes como Dª Pilar Aranda, ex rectora de la Universidad de Granada, del catedrático D. Gregorio Cámara, de un gran comunicador como Francisco Lobatón, o de Miguel Ríos; por citar a algunas de las muchas y grandes autoridades intelectuales que han impartido esta lección inaugural en este centro motrileño.

En segundo lugar, es un honor para mí estar aquí hoy, porque he sido profesor tutor de Historia de la UNED de Motril, algo más de veinte años, y que más motivo de orgullo que dar la lección inaugural en este Centro que fue el mío y en el que he vivido tantos días y tantas horas y en el he tenido la amistad de tantos compañeros y alumnos. Hemos compartido experiencias, clases, charlas, cursos de verano, conferencias, tantas y tantas vivencias que nunca se olvidan.

De todas maneras mi agradecimiento a la dirección del Centro por haberme elegido para esta lección Inaugural del Curso 2024-2025.

Y hoy yo vengo a hablaros brevemente de lo que se, de lo que he trabajado, también, además de mis clases, a lo largo de muchos años de mi vida. Yo tenía poco más 20 años cuando comencé a interesarme por la historia local de Motril, una tarea en la que he proseguido hasta hoy, al filo de los 70 años y llevo con gran orgullo el título de Cronista Oficial de Motril que me otorgó el Excelentísimo Ayuntamiento de la ciudad.

Creo, por lo tanto, que tengo un mínimo de autoridad para reflexionar algo en esta lección inaugural sobre el tema que he titulado “Historia Local. Identidad y memoria ciudadana”.

En este mismo Salón de actos a fines de los años 90 del pasado siglo, el profesor D. Antonio Domínguez Ortiz, uno de los grandes historiadores de este país, que clausuraba unas Jornadas sobre historia de Motril que yo había organizado, recogía en su discurso la importancia de la historia local y decía que las fronteras entre la historia local y la historia general son permeables, es decir “puesto que son partes de un todo”; por eso “el historiador general, decía, saca un partido enorme de Historias locales bien hechas” y nos animaba a seguir con la investigación de la historia local de Motril.

Es probable que la historia general se haya especializado en mostrar grandes batallas y acontecimientos y en demostrar el impacto de los héroes nacionales o en los impactos de grandes personajes o en la consolidación de la política, la ciencia, la economía y la tecnología.

Pero, sin duda alguna, la gente también desea verse en la historia a través de los acontecimientos sucedidos en una localidad desconocida, en las situaciones vividas por un agricultor, un comerciante o un obrero; también anhela conocer la vida cotidiana de una familia o de su pueblo en una época particular; argumentos que se pueden evidenciar en la historia regional, la historia local o en la microhistoria; para ello, la historia pública es fundamental y los historiadores estamos llamados a ser divulgadores de nuevas narrativas que estén al alcance de cualquier persona.

En un sentido amplio podríamos definir la historia local como el género historiográfico que se ocupa del pasado de una localidad.

Los estudios históricos locales gozan de una dilatada tradición en España. Sin embargo, a lo largo del último medio siglo han experimentado un gran desarrollo, así como una profunda renovación metodológica y epistemológica.

Desde los años setenta del siglo XX, la mayoría de los investigadores del pasado a escala local, disponen de preparación universitaria y han superado las antiguas tendencias al costumbrismo, a la erudición estéril o a primar los hechos diferenciales.

Actualmente la historia local trata de relacionar la realidad de un municipio o una comarca con las estructuras y procesos históricos globales. No se aparta del marco histórico general sino que lo toma como referencia.

La historia local permite abordar, desde diferentes perspectivas, numerosos asuntos que nos permiten vincular el pasado con el presente, y son la base para conocer el conjunto de la historia nacional o general. Investigar en historia local no implica circunscribirse en un ámbito cerrado y aislado, porque la microhistoria permite entender mejor las grandes corrientes y contextos históricos que se interrelacionan entre sí, como la producción, la economía, la sociedad o la cultura.

Como decía, la historia local es el estudio de un punto determinado y ubicado en el espacio: la localidad. Pero siempre será una localidad intervenida por seres humanos, la historia local recupera la vida cotidiana y sitúa a los individuos en un acontecer a lo largo del tiempo activo y público, con base en acciones y conductas propias de un grupo humano, para ser presentadas en una interpretación que establece relaciones entre los individuos.

La elección del estudio histórico de una localidad determinada, en la mayoría de los casos, se da a partir de criterios personales, causales, azarosos o anecdóticos del historiador. Lo cual no quiere decir que la historia local sea menos o que esté en un nivel inferior a la historia que se hace con pretensiones científicas o analíticas a nivel nacional en sentido estricto.

Desde estas perspectivas se afirmaba “que el pasado de las pequeñas localidades ofrece un amplio e interesante campo a la investigación histórica”; pero al tiempo, se criticaba el desdén por estas historias de quienes “llevados por erróneas y superficiales apreciaciones” calificaban esta línea de trabajo como el “género chico” de nuestra historiografía.

Mucho han cambiado las cosas y, desde hace un cierto tiempo, lo “local”, en el más amplio sentido, se ha consolidado como ámbito de investigación en el conjunto de las ciencias sociales.

Estos cambios han incidido muy sustancialmente en la historia local en un sentido profundo: ha dejado ya de ser la crónica erudita del pasado local “en sí mismo”, para convertirse en el estudio “interpretativo” de la “manera local” de estar presente en el proceso histórico general.

De todas maneras, toda buena historia local necesita un buen historiador. Por ello, este ha de ser la persona que ha de lograr, de manera científica, el contacto con los hechos e historias de vidas pasadas.

Siendo entonces el historiador, el individuo cuyo oficio consiste en contar la historia exponiendo los hechos a una audiencia es, además, una persona que hace historia mediante la lectura e interpretación de los sucesos del pasado que todavía se reflejan en el presente.

Su actividad se dirige a cuestionar e indagar en torno a lo referente a los orígenes y el contenido de las fuentes históricas. El oficio del historiador requiere de habilidades corno la pericia, la narrativa, la capacidad para investigar y de despejar incógnitas.

La Historia local, tradicionalmente ha estado en manos de los llamados “historiadores locales”, no siempre ha estado científicamente abordada y, a veces, se ha planteado en exceso anecdótica o erudita, incluso mítica; y en buena parte de su dilatada trayectoria se ha desplegado más como Crónica que como Historia; más como relato detallado de acontecimientos, que como análisis interpretativo de hechos acaecidos.

Se identificaba con los eruditos locales que solían desechar los elementos que no tuvieran relación con fines concretos para escribir una historia localista de acontecimientos que se presentaban independientes del proceso histórico general del que forman parte.

La historia local, fue acusada de no trascender de la mera recopilación informativa y de desconocimiento de la realidad y de la tradición historiográfica de la localidad que pretendía analizar. Tradición historiográfica, ciertamente, que acude en más de una ocasión a las leyendas y a los mitos.

Desde fines del siglo XIX la historia se profesionalizó y esto produjo una enorme división, separando la historia profesional de aquella otra que quedaba en manos de eruditos, archiveros, aficionados y cronistas apasionados.

Y mientras que los historiadores profesionales se dedicaban a la historia nacional, necesitada de legitimación; los otros quedaban relegados a lo local y a la mera nostalgia, con la consecuencia de que, al quedar desplazados, estos últimos adoptaron mayores grados de conservadurismo en defensa de los viejos modelos, siendo así doblemente proscritos en al ámbito historiográfico.

De ese modo, si hasta entonces bien podría decirse que toda la historia había sido de algún modo local, ese calificativo quedó eliminado con la profesionalización. En el mejor se los casos, y dada su falta de pericia disciplinaria, al cronista o al archivero se les reconocía una función secundaria, la de conservar, ordenar o transcribir textos antiguos de los que luego otros historiadores de verdad, podrían aprovecharse.

Pero a partir de los años 70 del siglo XX, se produce una gran explosión de la historia local, esto sólo es comprensible si se atiende a la expansión previa del número de licenciados universitarios, a la diversidad de sus orígenes geográficos y sociales.

El acceso a la universidad que se produce en esta época, de estudiantes de grupos sociales que antes no podían hacerlo, dio lugar a que se llenaran las facultades de Historia y eso tuvo dos efectos importantes: Por un lado, la existencia de titulados que no tenían cabida en el mundo profesional bien establecido y por otro, que numerosos licenciados universitarios en Historia con las herramientas metodológicas apropiadas, vieron en la historia local, una perspectiva adecuada a sus intereses y posibilidades de trabajo, disponiéndose a sustituir o desplazar a los antiguos aficionados, eruditos y cronistas, con nuevos métodos de investigación y metodología histórica.

En las últimas décadas del siglo XX hemos asistido al desplazamiento desde la “historia desde arriba”, a la «historia desde abajo”.

Pero incluso hoy sigue habiendo crítica. El estereotipo fabricado por los críticos de los estudios históricos sobre ámbitos territoriales restringidos denota, si se interpreta atentamente, la estrecha relación entre el auge de la llamada historia local y la democratización de la práctica de la historia.

Los lamentos habituales en estos personajes nos describen siempre, a los que nos dedicamos a la historia local, con las mismas características: licenciados que utilizaban exclusivamente fuentes documentales locales y se beneficiaban abusivamente de ayudas (becas y publicaciones) de la Administración municipal y descentralizada.

Que sus dioses los perdonen si no saben lo que dicen, pero yo me temo que saben perfectamente lo que dicen.

Sí ¡, somos (o éramos) nuevos licenciados en Historia, emancipados con mayor o menor fortuna de la autoridad familiar y (hasta el grado en que nos es posible) de la autoridad política.

Sí ¡, fuimos licenciados en Historia que, en muchos casos, proveníamos de familias y sectores sociales que por vez primera accedíamos a la enseñanza universitaria

Sí ¡, damos prioridad, muchas veces, a las fuentes locales, porque buscamos en ellas las respuestas a nuestras propias preguntas y no siempre a las consideradas importantes por una jerarquía académica cuya rigidez anterior parece añorar.

Por último, sus alusiones reiteradas al supuesto patrocinio de la Administración municipal y regional descentralizada ocultan, a duras penas, su malestar respecto al producto más desconcertante de la libertad política.

Si¡ la democratización, social y política, de la práctica de la historia es el fenómeno que estuvo en la base del auge de la llamada historia local y los peligros que la amenazan no son principalmente metodológicos de la ciencia histórica, sino que radican en factores de pensamiento políticos, sociales y culturales.

De todas maneras y obviado las críticas, sigo afirmando que la Historia Local constituye una rama imprescindible del análisis histórico.

Su trascendencia es indiscutible para el mejor conocimiento de la realidad histórica, ya que los estudios de historia local pueden servir de base para el planteamiento de hipótesis de trabajo con las que trabajar en los estudios de carácter histórico con un enfoque más regional, nacional o internacional.

La labor de los historiadores locales en las últimas décadas, no se ha quedado en la recopilación de unos cuantos testimonios o recuerdos de los habitantes de una determinada localidad, sino que han manejado exhaustivamente los archivos municipales, los provinciales y hasta acudido a los archivos nacionales en busca de datos de los pueblos cuya historia investigaban, casi siempre con muchas dificultades y con muchas menos ayudas y subvenciones de las que hablaban los críticos, trabajando en incontables ocasiones gratis por amor a la historia y a sus pueblos.

En la investigación de la Historia local, decía el profesor Juan Antonio Lacomba; el historiador debe: por un lado, sustentar su trabajo en la indagación documental, gracias a la cual obtendrá datos y referencias clave; por otro lado, encajar sus averiguaciones en los procesos más generales en los que discurre la historia que analiza; por último, y como resultado, comprobar si hay o no una diferenciada “identidad histórica local”.

Y es que la Historia es una ciencia social, “caracterizada por ser idónea para ofrecer al grupo humano su propia identificación”. Le proporciona “conciencia de sí mismo, de su identidad, de su situación en el tiempo y de su continuidad.

Desde esta perspectiva, la historia local es un ámbito óptimo para proponer explicaciones justas de la acción humana que son los actos que unos individuos concretos emprenden y de los que quedan pruebas, huellas y vestigios.

Este punto de partida nos obliga, pues, a referir la investigación histórica local a la acción de personas con nombres y apellidos y de cuyo testimonio y existencia tenemos constancia documental.

Por lo tanto, la historia local es aquella historia que genera sentimientos de identidad en un grupo humano que configura una comunidad.

Es importante conocer la historia de la comunidad en la que se reside. De esta forma los hechos históricos adquieren un mayor significado.

Afirmamos, pues, que mediante el estudio de la historia local se fortalece el sentido identitario con respecto al lugar donde se vive y el entorno formativo, contribuyendo a la educación de las nuevas generaciones.

La historia local es la más cercana al corazón y a la conciencia de los ciudadanos, porque refleja su propia identidad, experiencias y aspiraciones. Es la recreación interpretativa del pasado de su localidad, abarcando su vida política, social, económica y cultural. Incluye el desarrollo de sus instituciones y los éxitos y fracasos de sus gentes.

El estudio de la historia local está encaminado a transformar 1as conciencias, a cultivar una nueva concepción de los orígenes de las personas y permite valorar el Patrimonio que atesora cada localidad como la esencia misma de su historia.

Lo local es aquello que da sentido de pertenencia, lo que da sitio, lo que nos pone en un determinado lugar alrededor del cual se manifiestan tareas, reglas, patrones de la sociedad, de los individuos que se transforman en colectivo y a partir del cual se generan historias para la historia.

El historiador malagueño José Sánchez Jiménez escribía, que a la historia local se la puede, también, considerar la conciencia y memoria colectivas del pasado que un grupo humano necesita para comprenderse y explicarse a partir de su medio físico, de sus relaciones con grupos más o menos cercanos, de sus formas de producir, de sus instituciones, valores, ceremonias, etc., desde los que se ha articulado su convivencia en el pasado y sigue haciéndose en un presente desde el que se proyecta el futuro.

Y es que, señoras y señores, el pasado cuenta sustantivamente, “por lo que significa para cada uno de nosotros”; es el “tejido fundamental” que constituye la “memoria colectiva” que aclara las raíces de una localidad. El pasado histórico concreto y las etapas evolutivas de un lugar son los ingredientes que habría que conocer en primer lugar para entender la realidad presente. En consecuencia, importa “descubrir de dónde venimos para saber quiénes somos”.

Revisar, analizar y enseñar historia local es un medio pedagógico para la formación y reconfiguración identitaria, sólida y coherente.

De igual manera, la historia local funciona, también, como un medio didáctico que permite acercar al ciudadano a su pasado histórico-cultural más próximo o reconocible.

Esto último es un reto muy importante y consiste en la necesidad de divulgar la historia, sea esta regional, local, micro o macro. Es evidente la falta de impacto de la Historia como asignatura en los jóvenes, quienes la toman como algo aburrido y sin trascendencia para su futuro.

Si bien en los últimos años se ha hecho, a través fundamentalmente de Ayuntamientos y asociaciones, el esfuerzo de divulgar la historia a través de museos, libros, recorridos históricos, la escritura de relatos, conferencias, etc., es cada vez más prioritario seguir con la publicación de textos y la realización de diferentes actividades por fuera del ámbito académico, que registren una historia cercana al público; una historia más fresca que sin perder su rigurosidad y en la que el ciudadano se reconozca como miembro de una comunidad.

Y termino, el estudio y divulgación de la historia local no fomenta el localismo estrecho, castizo, suspicaz y esterilizador propios de los cronistas antiguos y conservadores, antes bien lo combate; enseña a ser modestos y agradecidos; robustece la identidad y la solidaridad; fomenta la memoria ciudadana, la confianza en el esfuerzo propio, fortalece la fe en los destinos de la comunidad y del país. Muestra que el progreso local –como el nacional- es siempre constante, cierto y formidable”

Es necesario volver las miradas sobre esas pequeñas porciones de patria que son nuestras ciudades y pueblos.

Y la conclusión de esta rápida mirada que he hecho hacia la historia local tiene que ser necesariamente abierta.

No he pretendido tratar todos los temas, ni tampoco hacerlo en profundidad. El propósito de esta lección era exclusivamente el reflexionar un poco sobre el importante papel que la historiografía local ha tenido en la historiografía española en los últimos 50 años y señalar que los debates que afectan a su desarrollo no son muy diferentes a los debates existentes en el ámbito de la historia nacional y que tenemos que tener en cuenta que si hacemos historia local debemos asumir claramente que es la localidad, la ciudad, el pueblo y no solamente los archivos, los que debemos conservar para generaciones venideras.

Me doy por satisfecho, si con todo esto he conseguido interesaros sobre la importancia y trascendencia de la historia local; habré cumplido un objetivo que es constante ya en mi trayectoria personal de 40 años de investigación, estudio y trabajo que era y es el de procurar el aumento del caudal en el conocimiento histórico sobre la ciudad en la que nací y vivo y conseguir su difusión; en la seguridad de que eso era lo mejor que yo podría hacer y aportar en relación con el futuro de la ciudad de Motril.