El Granada CF manda, perdona y cae ante el Sporting de Gijón (1-0) por un golpe cruel en el minuto 89´
Foto del Real Sporting de Gijón
El Granada CF salió al verde con la ambición de mandar desde el primer minuto en El Molinón, dispuesto a convertir la jornada liguera en una demostración de carácter. Los de Pacheta asumieron el protagonismo inicial y pronto encontraron premio a su insistencia. En el minuto 26, Souleymane firmó lo que parecía el primer golpe del partido: un gol que silenció el estadio y reforzaba la sensación de que el Granada tenía el encuentro donde quería. Sin embargo, el VAR irrumpió por primera vez para truncar la alegría nazarí. Fuera de juego y tanto anulado. Primer mazazo para un Granada que había hecho lo más difícil.
Lejos de venirse abajo, el conjunto rojiblanco mantuvo la intensidad y el pulso del partido tras el descanso, en un duelo cada vez más eléctrico y cargado de decisiones límite. De nuevo, la tecnología fue protagonista cuando el árbitro acudió al monitor por una posible expulsión del Sporting tras un derribo a Pascual cuando se marchaba solo. El Granada reclamaba una roja que podía cambiarlo todo, pero el colegiado entendió que el defensor rozó primero el balón y dejó la acción sin castigo mayor. Otra decisión que no cayó del lado visitante.
El paso de los minutos aumentó la tensión y el Granada siguió resistiendo en un encuentro marcado por los detalles. En el 76’, el árbitro señaló penalti a favor del Sporting por un derribo de Lama a Queipo. Parecía el golpe definitivo, pero el VAR volvió a aparecer, esta vez para devolver la esperanza al Granada: tras la revisión, la pena máxima fue anulada.
Cuando el empate parecía sellado y el Granada se preparaba para sumar un punto trabajado y sufrido, llegó el desenlace más cruel. En el minuto 89, Gelabert se inventó una gran jugada personal y marcó el gol que decidió el partido, elevando a Borja Jiménez y dejando sin premio el esfuerzo nazarí. El Real Sporting se llevaba los tres puntos en un auténtico partidazo, mientras el Granada CF se marchaba con la amarga sensación de haber sido protagonista, de haber rozado el botín, y de haber comprobado, una vez más, lo bello y despiadado que puede ser el fútbol.

