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La Humildad y la Victoria llenaron de fervor las calles de Motril

Reportaje Paulino Martínez Moré (Motril@Digital)

Motril vivió con devoción y solemnidad el Lunes Santo con la Cofradía de la Oración de Nuestra Señora de la Humildad en el Huerto de los Olivos y María Santísima de la Victoria

El corazón de Motril latió con fuerza al paso de la Cofradía de la Oración de Nuestra Señora de la Humildad en el Huerto de los Olivos y María Santísima de la Victoria, que protagonizó una de las jornadas más esperadas de la Semana Santa motrileña: el Lunes Santo. Pasadas las siete de la tarde, las puertas del colegio de los Agustinos se abrieron para dar inicio a una procesión marcada por la solemnidad, la tradición y la emoción compartida de un pueblo que se volcó con sus imágenes.

Fundada en 1987, esta arraigada hermandad fue ganando, con el paso de los años, un lugar muy especial en el corazón de los fieles, que aquella tarde no quisieron perderse ni un solo instante del recorrido. Bajo un cielo de nubes y claros y con una temperatura primaveral, la salida procesional se desarrolló en un ambiente de recogimiento y fervor.

Dos pasos llenos de simbolismo y fe

El primero de los pasos, el del Cristo de la Humildad, representó la escena evangélica de la oración en el Huerto de los Olivos. El Señor aparecía arrodillado, en actitud de profunda oración, mientras el Ángel del Consuelo se inclinaba hacia Él ofreciéndole el cáliz de su sacrificio. Completaron el misterio los apóstoles Pedro, Juan y Santiago, dormidos a los pies del monte, ajenos al drama que se avecinaba. La talla, de extraordinaria expresividad, fue portada por 40 costaleros que, al ritmo de la Agrupación Musical Nuestra Señora del Mar de Almería, mecieron con elegancia y precisión este imponente misterio por las calles de Motril. El paso estuvo dirigido con maestría por el capataz José Peña, quien, con voz firme y mirada atenta, guió a sus costaleros entre el silencio y los aplausos del público.

El segundo paso fue el de María Santísima de la Victoria, que este año estrenaba los candelabros de cola que adornaban su trasera. Lucía un rostro sereno y dolorido, reflejo del papel más humano y compasivo de la Madre de Cristo. Fue llevada por 30 costaleros, que realizaron un trabajo impecable, acompasado por los sones solemnes de la Banda de Música Las Golondrinas de Vélez de Benaudalla. El capataz Francisco Pérez fue el encargado de dirigir con cariño y determinación a los portadores de la Virgen, arrancando en varias ocasiones espontáneos aplausos del público que se agolpaba en las aceras.

Un cortejo lleno de vida y compromiso

El cortejo, compuesto por un centenar de nazarenos, ofreció una estampa de sobriedad y elegancia. Ataviados con túnicas blancas, la sección del Señor lucía capillo y cíngulo rojos, mientras que la de la Virgen vestía hábito blanco con capillo y cíngulo azul. Todos ellos caminaron con paso firme por las históricas calles del centro.

Numerosos vecinos y visitantes se congregaron a lo largo del itinerario para acompañar con respeto y emoción el paso de la cofradía, especialmente en enclaves emblemáticos como Muralla, Tenería, Cruz Verde, Catalanes, San Rafael, Manjón, Señor de Junes o Emilio Moré, colindante con la plaza de Las Palmeras, donde las hermandades recibieron el saludo institucional y el reconocimiento de la Agrupación de Hermandades y Cofradías, así como de las principales autoridades de Motril.

Un Lunes Santo para el recuerdo

El aroma del incienso flotó en el aire y los sones de cornetas y tambores marcaron el pulso del corazón motrileño. La conjunción de un patrimonio artístico cuidado, un cortejo ejemplar y la entrega de costaleros, músicos y nazarenos dio lugar a momentos de gran belleza y profunda espiritualidad.

La cofradía regresó finalmente al colegio de los Agustinos, donde se puso fin a un día de recogimiento y devoción, en el que Motril volvió a demostrar que su Semana Santa no es solo una tradición: es sentimiento, es pueblo, y es fe compartida.